Unos meses después de que entré a trabajar en Morelia, un compañero me dijo: “Ahora que ya tienes un sueldo decente, ¿te vas a comprar un auto?” Ignoro si me había visto llegar en la bicicleta, o si fue por la radio-pasillo que se enteró, pero lo cierto es que estaba seguro que yo usaba la bicicleta como medio de transporte por falta de dinero.
Tomó 2 segundos mi respuesta. Detuve mi impulso inicial de contestarle que yo no andaba en bici por falta de recursos -“jodida”, es la palabra que hubiera brincado de mi boca-. Respirando, tranquilamente y con una sonrisa, le contesté que usaba la bicicleta porque era lo mejor para mí.
Y es por esto que en relación a mis trayectos hacia el trabajo, a continuación les expongo las razones que me hacen optar por la bicicleta:
- Me gusta porque disfruto el camino, en él reconozco personas, olores y sensaciones
- El ejercicio me mantiene saludable físicamente y por ello no necesito pagar para ir al gimnasio, al yoga, etcétera
- Andar en bici me permite despejar la mente
- La distancia entre mi casa y el trabajo es menor a 4 kilómetros
- Para llegar en transporte público tendría que trasbordar
- Es difícil encontrar lugar para estacionar un automóvil
- El tiempo de traslado en auto es poco por la mañana, pero es demasiado al regresar -caminando se hacen 20 minutos, y en auto 40-
- Soy normalmente impaciente y como prácticamente no hay obstáculos para circular con la bicicleta, voy libremente, por el contrario, al usar el auto me irrito, me desespero, me estreso
- No hay pendientes pronunciadas ni prolongadas -como lo implicaría si mi lugar de trabajo estuviera en una zona muy elevada-
- No contamino
- Ahorro en gasolina
- En caso de haber paros, manifestaciones y/o tráfico, mi tiempo de traslado no se ve afectado
Pienso que mis razones para trasladarme al trabajo en bici son enteramente personales y me atrevería a decir que incluso egoístas -la mayor parte de ellas se centran en beneficios individuales-, en eso me parezco a muchos de los que eligen el auto para transportarse diariamente: tienen la posibilidad, y basados en las ventajas y desventajas toman la decisión. No los culpo mientras el transporte público siga siendo de mala calidad y los trayectos sean demasiado largos o complicados para hacerlos en bici.
En contraste con el ejemplo que di al inicio de esta columna, comprensiblemente, la mayoría de mis conocidos y amigos piensan que uso la bicicleta porque soy ecologista. Es verdad que mucha de mi ideología y comportamiento se basa en la conservación del planeta -por ejemplo, odio consumir alimentos en envases de unicel porque sé que tardan 800 años en degradarse y mi basura orgánica la aprovecho para hacer composta-. Sí, mis decisiones se parecen al lema: “piensa global y actúa local” y aunque tomo en cuenta el bienestar general -no contaminar, no degradar el mundo que habitamos-, el mayor peso de mis decisiones se centra -sobre todo- en mi propio bienestar. A la vez que celebro usar la bicicleta como medio de transporte porque es lo mejor para mí, me alegro de contribuir con mi granito de arena para la ciudad y el planeta.
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