La bicicleta se convierte, cada día, en parte fundamental de la vida de los ciudadanos: estamos hablando del siglo XXI en gran parte de las ciudades del planeta. Es asombroso ver cómo estudiantes, obrerxs, ejecutivxs, etc. se apropian masivamente de este medio, que de cara al cambio climático se compromete desde una conciencia ecológica y ambiental que merme la contaminación y el caos que se viven hoy en las ciudades.
El uso de la bicicleta, no parece sin embargo, ser ningún sacrificio para sus usuarios; al contrario, disfruto ver la alegría de quienes la usan, la solidaridad que despierta per se, la maravillosa sensación de libertad y la conciencia que conlleva el “simple” hecho de rodar por las calles de tu ciudad en bicicleta.
El otro día iba caminando al centro de la ciudad un poco desprevenida frente a la cotidianidad de este trayecto. De repente, y como la imagen que pudo salvar mi día, pasa a toda velocidad un hombre montado en su bici, sonriendo, a carcajadas, con los brazos abiertos, y el viento golpeándole su rostro; un hombre de unos sesenta años, que típicamente podría llamársele viejo y que, al contrario, en ese momento, irradiaba toda la inocencia y la alegría de un niño que juega.
Como este, podría nombrar varios encuentros que muestran no sólo las ventajas y la urgencia ambiental de la bicicleta sino también el goce y la conciencia de una humanidad que pide a gritos nuevos paradigmas relacionales, nuevas formas de existencia, nuevas formas de habitar el mundo y ser en él, tanto en su naturaleza externa como interna.
El mecanismo es muy simple, una sinergia entre artefacto y usuario, que saca el máximo provecho de ambos: sostenible, ambiental y consciente.
Bien todo esto parece sencillo y utópico. Sin embargo, requiere a su vez de políticas públicas que logren consolidar el uso de la bicicleta como nuevo paradigma de movilidad urbana. En Colombia por ejemplo, a pesar de “que en virtud del decreto 1404 de 1998, por el cual se reglamenta el manejo del espacio público en los planes de ordenamiento territorial, las ciclorutas hacen parte de los elementos constitutivos artificiales o construidos dentro de los perfiles viales” y de que la ciudadanía marque un interés sobresaliente en el uso de la bicicleta, pocos son los planes y políticas que tienen en cuenta esta premura y llevan a su justa ejecución este nuevo modelo.
En Bogotá se ha logrado destacar a nivel latinoamericano porque alienta a sus ciudadanos al uso de la bicicleta, brindándoles 376 kilómetros en ciclorutas, una cifra que se plantea en aumento, ciclovías, ciclopaseos, programas como “al colegio en bici” o “en bici a la U”, días sin carro, préstamo de bicicletas públicas, semanas de la bicicleta, etc. Un fenómeno vial que no es sencillamente el uso masivo de este artefacto, sino que implica, sobre todo, un análisis del ordenamiento territorial teniendo en cuenta los ecosistemas, el cambio climático, lo público, la movilidad, etc. Planes de ordenamiento territorial en los que prime el interés general sobre el particular y que estén al nivel de las nuevas dinámicas sustentables, sostenibles y ambientales en los que la humanidad se encuentra en reto.
En Europa, a su vez, la cuna de la revolución industrial y por ende de la contaminación y destrucción de la Naturaleza, en los últimos años tanto la compra como el uso del carro ha disminuido considerablemente en relación con la bicicleta, planteando de esta manera la necesidad de nuevos modelos de movilidad, relación con el ambiente y salud pública.
La bici, cicla, burra, el caballito de acero, la cleta, la bichicuela es un artefacto que desde su uso y nuestra relación con ella nos lleva a nuevos niveles de estados conscientes, nos plantea nuevos retos a nivel físico, nos coloca como relacionistas y recicladores de energía, nos mantiene saludables, vitales y alegres, nos exige, nos potencia, nos hace felices, si bien es cierto como dice Mujica “cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana”.
En Europa, a su vez, la cuna de la revolución industrial y por ende de la contaminación y destrucción de la Naturaleza, en los últimos años tanto la compra como el uso del carro ha disminuido considerablemente en relación con la bicicleta, planteando de esta manera la necesidad de nuevos modelos de movilidad, relación con el ambiente y salud pública.
La bici, cicla, burra, el caballito de acero, la cleta, la bichicuela es un artefacto que desde su uso y nuestra relación con ella nos lleva a nuevos niveles de estados conscientes, nos plantea nuevos retos a nivel físico, nos coloca como relacionistas y recicladores de energía, nos mantiene saludables, vitales y alegres, nos exige, nos potencia, nos hace felices, si bien es cierto como dice Mujica “cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana”.
Por: Prisma Multiversa
No hay comentarios:
Publicar un comentario