6 de marzo de 2014

La seguridad también depende de la talla


Tengo un amigo que –pese al disgusto que le produce a su mujer– siempre saca a relucir en sus conversaciones el día que sobrevivió milagrosamente a un accidente de tráfico en la M40 (Madrid). Conducía una furgoneta, su medio de transporte habitual para trabajar, y debió quedarse dormido, obviando una curva, saliéndose de la vía, etc., etc., etc… No merece la pena entrar en detalles ni en falsas literaturas porque mi amigo no se acuerda. Sí recuerda, y aquí llegamos al kit de la cuestión, voces enfadadas repitiendo: “¿Y cómo sacamos a éste de aquí con lo gordo que está?”; “Joder, lo que pesa” y más frases de este estilo.

Los que protestaban eran los bomberos que tuvieron que excarcelarlo de la furgoneta y, posiblemente, alguien más de los servicios de emergencia. Mi amigo no lo soñó, efectivamente debieron decírselo, pues una vez atendido en urgencias le derivaron directamente al endocrino. El resultado es que 12 años después de aquel suceso continúa pesando más de 100 kilos, todavía está ofendido porque le llamaron “gordo” e intentar explicarle que la obesidad pudo matarle al complicar su rescate es tarea absurda. Él, erre que erre, está convencido de que sus kilos de más actuaron a modo de chaleco salvavidas.


La obesidad, la pandemia del siglo XXI

A falta de publicarse la nueva Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Estadística, los datos del Ministerio de Sanidad son escalofriantes: la obesidad afecta al 17% de la población adulta (18% de los hombres y 16% de las mujeres). Eso, tomando como referencia un índice de masa corporal igual o superior a 30 –lo que los endocrinos consideran obesidad mórbida–.

Teniendo en cuenta únicamente el sobrepeso, el porcentaje de adultos afectados alcanza el 53,7%, superando ya a Estados Unidos y convirtiéndose en la segunda causa de muerte en nuestro país, después del tabaco. ¡1 de cada 2 españoles mayores de 18 años tiene sobrepeso! No es extraño, por tanto, que la obesidad se considere ya la plaga del siglo XXI, elevándosele a la categoría de pandemia que afecta a todos los aspectos de la vida, incluido el tráfico y la seguridad vial.


Kilos de más, mayor riesgo

En mayo de 2013, la revista Tráfico y Seguridad Vial de la DGT publicó un fantástico reportaje sobre los riesgos del sobrepeso y la obesidad en la conducción. A modo de resumen, éstos eran los tres mensajes claves:

    A mayor masa, mayor fuerza de impacto. La probabilidad de que los conductores obesos mueran en un siniestro vial aumenta hasta el 21%. Chocando frontalmente a 60 km/h, el peso de una persona de 100 kilos se multiplica por 50, transformándose en una fuerza incontenible de 5.000 kilos que no puede amortiguar el cinturón de seguridad, diseñado de forma estándar para personas de hasta 90 kilos.

    A más kilos, más probabilidad de padecer enfermedades que, por un lado, favorecen el riesgo de sufrir accidentes; y por otro, complican la supervivencia en caso de ser víctima de un siniestro vial. El sobrepeso y la obesidad coexisten con enfermedades cardiovasculares, la hipertensión, la diabetes, enfermedades respiratorias, etc., que incrementan el riesgo de morir tras el accidente, agravando la lesión del accidente y dificultando la recuperación hospitalaria. La DGT pone el acento en dos patologías concretas: la apnea del sueño y la bulimia asociada a la ansiedad, complicación psicológica que sufren habitualmente las personas obesas.

    Los coches no están diseñados para obesos. Los vehículos se fabrican ajustándose al percentil 50: 175 cm de altura y 75 kilos de peso. Las personas obesas o con sobrepeso suelen llevar el respaldo del asiento demasiado inclinado y el cinturón mal ajustado, conducen demasiado pegados al volante y tienen más limitada la movilidad, lo que dificulta las maniobras.


Conducir puede perjudicar gravemente la salud: ¡engorda!

La obesidad es prevenible y curable. Solo hay que cambiar de hábitos, sustituyendo los nocivos por saludables:

    Para empezar, hay que ponerse en manos de un endocrino o nutricionista. Solo un especialista podrá hacernos un chequeo general para determinar nuestro estado de salud y ponernos una dieta alimentaria con la que reduzcamos peso de forma paulatina. Descartadas, por tanto, las dietas milagro.

    El coche engorda. Simple y llanamente porque cuanto más usamos el coche, menos empleamos las piernas. Un ejemplo de progreso mal entendido es que hemos incorporado el coche a nuestra rutina diaria para realizar trayectos que se pueden hacer perfectamente andando, apelando a una falta de tiempo que luego necesitamos para buscar aparcamiento. Al igual que el televisor, nuestro vehículo se ha convertido en otro objeto que facilita nuestra vida sedentaria. Caminar una hora al día, no solo evita el sobrepeso, también la aparición de enfermedades asociadas.

    Elegir bien el modelo de coche. Las personas con sobrepeso necesitan coches más espaciosos que garanticen su seguridad y comodidad a la hora de conducir. Algunos fabricantes ya integran dispositivos que, al acceder al habitáculo, automáticamente repliegan el asiento para facilitar el acceso. Las videocámaras traseras, por ejemplo, suplen problemas de movilidad, etc., etc.


¿SABÍAS QUÉ…
…el sobrepeso y la obesidad están directamente relacionados con la pobreza alimentaria? A muchas personas les parece contradictorio que haya más personas obesas al mismo tiempo que se dispara el número de personas sin ingresos suficientes para cubrir necesidades básicas como la alimentación. Pero la pobreza alimentaria está muy ligada al sobrepeso. A menos recursos, mayor consumo de carbohidratos –pan, pastas, arroces, etc.– más baratos de adquirir que verduras, frutas o proteínas tan saludables como la del pescado. ¡Pero esto ya nada tiene que ver con seguridad vial!

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