29 de octubre de 2011

El Arte del Ultimo Adios


El primero de noviembre se celebra el día de Todos los Santos, una fecha en la que la gente rinde un sentido homenaje a los que ya no están. Durante estos días los cementerios se llenarán de colorido gracias a los miles de ramos de flores y plantas que decorarán los panteones y tumbas, para hacer ver que pese a no estar no han sido olvidados y que su recuerdo sigue vivo en la familia.
 
Pese a que los camposantos no son un sitio agradable, no hay que negar que despiertan cierta curiosidad. Muchas veces estos lugares se convierten en protagonistas involuntarios a causa de vándalos que se dedican a destrozar las lápidas, o por grupos de creencias no muy populares que realizan ritos y misas negras en busca de no se sabe muy bien qué.
 
Pero en otras ocasiones, estos terrenos sagrados adquieren fama por la belleza o curiosidad de muchas de sus lápidas, por las personas de renombre que yacen allí o por cualquier otra razón. Ese es el caso, por ejemplo, del cementerio de París donde yacen, entre otros, Jim Morrison, líder de The Doors, y el escritor Honoré de Balzac. En contra de lo que se pueda pensar, el lugar es el cuarto más visitado por los turistas, después de la Torre Eiffel, la catedral de Nôtre Dame y el Centro Pompidou. Esto es muestra de que la muerte tiene ese halo mágico, misterioso, que lo hace irresistible a los más curiosos.
 
Las estelas discoidales son uno de los signos más representativos del arte funerario vasco. Se trata de piedras con forma circular, talladas con distintas formas y en las que se hace referencia de una forma representativa a la familia a la pertenece el lugar del enterramiento.

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