6 de diciembre de 2012

BICIMOTOS YUCATAN.- Una Historia de Navidad en Mérida, Yucatán..!!!


Hace algunos años atrás estando como agente policiaco de la Secretaría de Protección y Vialidad, en una época como ahora en la que se conmemora la navidad, me encontraba en mi vigilancia de rutina a bordo de una patrulla por diversos puntos de la ciudad a sabiendas de que mi obligación era proteger y ofrecer seguridad a la ciudadanía en general, en el cual tuve la oportunidad de reflexionar ante una cruel realidad, de la cual muchos de nosotros los adultos no le damos la debida importancia ni consideración, y es por eso que les narraré brevemente lo que me pasó una noche hace algunos años en un diciembre.

No recuerdo bien la calle pero si estoy seguro que fue en las calles cercanas a la Plaza Principal de Mérida, considerada como ciudad blanca y una de las más tranquilas que existen en toda la República Mexicana. Cuando me encontraba en mis labores de vigilancia de rutina, me llamó poderosamente la atención un niño de escasos 13 años de edad que se encontraba sentado a la orilla de la acera con una camiseta de zaga rota y sucia, con su pantalón roto remendado y sin zapatos, pero su apariencia era serena y de tranquilidad.

Y me extrañó de sobremanera que un menor de esa edad se encontrara a las 11 en punto de la noche fuera de su domicilio, por lo que cumpliendo mi obligación de prestarle ayuda me acerqué y entablé la siguiente conversación:

- Hola Niño ¿Cómo te llamas?
- Yo me llamo Juanito
- ¿Cuántos años tienes?
- Como 13 años
- ¿Y qué haces aqui tan tarde y tan solo?
- Estoy disfrutando solo del paraíso y de la tranquilidad de la navidad.

La respuesta de Juanito de dejó perplejo, atónito y asombrado, sin poder descifrar por qué me había contestado así,  por lo que seguí interrogándole y le dije:

-¿Dónde vives hijo, para llevarte a tu casa? porque me imagino que tus padres estarán buscando y esperándote.
Me contestó -Mira amigo policía, yo vivo en el infierno pero no quiero que me lleves allá.
-Pero niño, dime quiénes son tus padres.
-Mi papá es el diablo y mi madre es la diabla.

Nuevamente las respuestas dadas por Juanito no las asimilaba y por momentos pensaba que este niño estaba drogado o perturbado de sus facultades mentales, por lo que le insistí que lo llevaría de vuelta a su domicilio y a lo que Juanito, ya resignado se limitó a decirme:

-Mire Señor Policía, déjeme un ratito más aquí para seguir disfrutando tranquilamente de la navidad y de este bello paraíso que Dios da gratis a todos sus hijos.

A lo que yo le contesté que estaba bien, pero solamente 10 minutos más y le indiqué que después lo llevaría a su casa.

Una vez a bordo de mi patrulla solamente podía observar los rasgos tristes y de temor del niño, quien se quedó casi callado toda la travesía que poco a poco me iba enseñando para llegar a su casa, la cual se encontraba en una colonia pobre, o por decir en el cuarto mundo que se encontraba en la zona sur de la ciudad, era una casa semi destruida, sin corriente eléctrica, sin agua potable, sin calles pavimentadas, hecha de pedazos de cajas de cartón donde llegaban los pañales desechables y con maderas usadas y carcomidas.

Al descender junto con el niño, al llegar a la puerta escuché una terrible discusión de la cual no quiero narrarles ni quiero acordarme de las palabras que se decían. Primero el jefe de esa familia insultó a su esposa porque no había nada de comer y ella era una de esas que "se venden en la calle".

Juanito con sus ojos tristes y llorosos me dijo "ese que vez allí es mi padre, el diablo en turno", y después escuchamos cuando una señora le contestó groseramente a su marido de que era un borracho, flojo y mantenido, y nuevamente Juanito me viró a ver y me dijo "esa es mi madre, la diabla y esta casa que estás viendo es el infierno, ¿Ya vez porque te dije que me quería quedar a disfrutar de de gran paraíso que Dios nos dio a los pobres que es la calle?"

Las palabras de Juanito me hicieron reflexionar y sensibilizar cada una de las partes de mi cuerpo, alma, espíritu y mente, por lo que no me quedó otra opción más que decirle: "Tiene mucha razón, hijo; te ayudaré y regresaré nuevamente a tu paraíso para que lo sigas disfrutando y no te quedes en este infierno, que es tu hogar"

Los dos apesumbrados y tristes abordamos la unidad policiaca y nos dirigimos a nuestro punto de partida, con la impotencia de esta realidad, de una vida como ésta que es una de los miles de niños que se encuentran en la ciudad de Mérida y de otros estados de la República Mexicana.

Tal vez ésta sea una de las crudas respuestas del porque existe el problema de los niños de la calle. Y desde esa vez trato de apoyar en lo posible con las instituciones y organizaciones para combatir este problema, que es un problema de todos y que todos podemos colaborar y participar.

Miguel Cruz Trujeque

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