Lo hemos repetido mil veces, pero no nos cansaremos de hacerlo: la bicicleta no es un simple vehículo que nos lleva de un lado a otro, sino un objeto casi con alma con el que construimos un profundo vínculo emocional. ¿Por qué? Entre otras cosas, por esto puedes enamorarte de tu bici…
Compañera
Son muchos, innumerables, los kilómetros que hemos recorrido juntos. Casi siempre me han servido para olvidar problemas, dejar atrás enfados y sentir que todo, en el fondo, valía la pena. Cuando voy en bicicleta raras veces atiendo el móvil, escucho música o hablo con otros: somos ella y yo, solos, recorriendo la calle, la vida.
Fidelidad
Es raro, muy raro, que una bicicleta te dejé apeado en el camino. Apenas recuerdo un par de pinchazos, ninguna avería seria. Sobre ella he pedaleado entre chaparrones inmensos, bajo un sol abrasador y hasta he sentido los copos de nieve golpeándome la cara. Juntos hemos subido a trenes, coches y autobuses, aunque tenemos pendiente algún viaje más lejano… ¿Cuándo iremos tú y yo en barco o en avión?
Una mula de carga que no se queja y me hace sentir mejor… ¿Quién da más?
La máquina agradecida
Es cierto: apenas la cuido. Muy de vez en cuando un poco de agua y jabón, engrasarla cuando chirría, hinchar las ruedas desinfladas de tanto rodar… Y, todavía más excepcional, una visita al taller para una revisión general y un buen ajustado completo. Ella, en cambio, no sólo se conforma con ser la más resistente mula de carga sino que mejora mi estado físico y mental. ¿No es raro que la quiera, no?
Flechazo
Uno puede olvidar el día que estrenó un coche o una moto: con el paso del tiempo, ese momento especial se diluyó entre atascos, reparaciones y paradas a repostar combustible. Pero difícilmente olvidarás quién te regaló, con quién compraste o la primera vez que montaste en tu bici y pudiste pasear, sin límite, por la ciudad. Una de esas veces, otra, en que llegar al destino es una satisfacción pero también un lamento, porque uno querría seguir montando toda la vida.
Lo dicen de los perros, pero también de las bicis: una bici termina pareciéndose a su dueño
Única
Hay quien dedica tiempo, dinero y esfuerzo a reconvertir su bicicleta en una montura excepcional. Hay también quien apenas le hace cambios, apenas los imprescindibles por el paso del tiempo y los kilómetros. No importa: sea por una cosa o por otra, y como dicen de los perros, una bici termina pareciéndose a su dueño. La sensación al frenar, el momento de cambiar de marcha, el desgaste del sillín, del manillar o los pedales por nuestra manera personal de rodar, el golpe que le dimos en una caída o por un descuido… No importa. El hecho es que, con sólo verla o montar unos segundos en ella, distinguirías a tu bicicleta de cualquier otra del mundo.
Dura pero vulnerable
Porque sí: las bicicletas son duras. Resistentes. Fáciles de mantener. A veces, casi, indestructibles: hablamos de un amor eterno, de una máquina tan sencilla y bien pensada que puede durarte toda la vida. Pero también, como anuncia su estructura liviana, su ligereza, son criaturas vulnerables. Una bicicleta apenas pesa frente a los mastodónticos coches, autobuses o camiones con los que nos enfrentamos. Por su propia universalidad, por su sencillez, es uno de los vehículos más susceptibles de ser robados. Amamos nuestra bicicleta por todo lo que nos da pero, también, porque sabemos lo muchísimo que perderíamos si alguna vez nos separasen para siempre de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario