Manual para construir bicimáquinas”, se lee en la portada de un documento de 44 páginas que explica, con minucioso detalle, cómo fabricar o modificar una licuadora, una lavadora, un molino y una estufa, para que su funcionamiento no dependa de energía eléctrica o de derivados del petróleo: la fuerza de las piernas es suficiente para hacerlas trabajar.
El manual lo están recibiendo los habitantes de regiones fronterizas entre Colombia y Ecuador, de pequeños poblados que se han hecho más pobres y vulnerables por cuenta de la violencia y la minería
El creador de estos cuatro modelos de bicimáquinas es Gustavo Henao, un pereirano de 42 años, con estudios —inconclusos— de ingeniería electrónica y mecánica, con una vida transcurrida entre Guayaquil y Quito.
Artesano. Ecologista. Seguidor de las llamadas “tecnologías apropiadas”, un modelo que busca adaptar la tecnología a las necesidades locales; a los aspectos ambientales, éticos, culturales, sociales y económicos de una población.
El concepto de bicimáquina no es obra de Gustavo Henao. Tiene una historia larga que él lleva estudiando dos años. “Antes de la era industrial eran muy comunes: máquinas pequeñas que funcionaban en talleres de carpintería bajo el mismo principio de las máquinas de coser, con diferentes formas de pedal”.
Su primera creación fue la lavadora, un modelo que ahora utiliza en su casa y que necesita una media hora de pedaleo constante para asear una tanda de ropa. “Todos son prototipos hechos a partir de cero experiencia; no sabíamos nada de mecánica de bicicletas, ni siquiera soldar”, dice Henao, y luego cuenta que su primer experimento fue con un molino. No lo logró en ese primer intento y todavía sigue trabajando en él: “la idea era tratar de reproducir un molino casero europeo de piedra y construirlo todo en metal, con tecnología criolla, pero me estoy enloqueciendo”.
Cuenta Gustavo Henao que la idea del manual nació de Clínica Ambiental de Ecuador, una asociación que recoge “propuestas para la utopía de una sociedad después de la era del petróleo, sin extractivismo, en la que la vida es posible con energías alternativas”. Y su propuesta claramente iba en ese camino.
Si Henao tuviera una lavadora tradicional en su casa, gastaría unos 375 vatios de energía por hora. Para hacerse una idea de lo que se está ahorrando, un bombillo incandescente gasta 100 vatios por hora; una licuadora, 350 vatios, y un aire acondicionado, 1.950 vatios.
En los primeros talleres de socialización, los niños se acercaban a sus máquinas como si se tratara de un artículo mágico. “La idea es que entre en el imaginario de la gente que existe esta tecnología relativamente económica, que no consume derivados del petróleo, que puede mejorar sus condiciones de vida”, dice Henao.
Vea el manual completo de las bicimáquinas en www.clinicambiental.org.
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